Editorial AlasImprenta Ciros
Barcelona
Depósito legal B. 22.558-1962
CANCIONERO
Núm. 139
Depósito legal B. 22.558 - 1962
Emilio "El Moro"
Artista en exclusiva de discos "ZAFIRO"
Fotos: ALFREDO, BARCELONA
EDITORIAL
"ALAS"
Año XXXIX
Fundador:
RAMON SALA VERDAGUER
Apartado 707 - Valencia, 234
BARCELONA (7)
Nació en Melilla en 1923, y desde niño acusó su afición al cante flamenco, hasta el punto que a los tres años ya cantaba, dando a sus canciones un estilo especial dentro de lo infantil. Alternó sus estudios escolares con el cante, y a los 15 años se presentó por primera vez en público en Melilla, obteniendo un clamoroso éxito hasta el punto de ganar siete concursos de cante flamenco. Fandangos, soleá, tientos, polo, caña... toda la gama del arte flamenco para Emilio no tiene secreto. Emilio, simpático y bromista, un día cantó flamenco en plan árabe, y fue tal el éxito que alcanzó que Emilio creó a EMILIO EL MORO. En el año 1949 se presentó en Madrid con su chilaba, su turbante, sus babuchas y su barba, obteniendo un extraordinario [...] éxito que le acompañó en su presentación en Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao... en toda España triunfa y se hace popular Emilio el Moro, añadiendo a su arte interpretativo ser un mago con la guitarra y un extraordinario bailarín cómico-flaamenco, obteniendo siempre un éxito personal e indiscutible. En 1956, la Televisión, Teatro y Night Clubs de América aplauden a Emilio el Moro triunfa en Venezuela, Argentina, Chile, Perú... tal es su éxito que tiene que volver por vez segunda, acompañado del éxito de siempre, del éxito personal porqu el arte de Emilio el Moro es personal. A su regreso a España forma su espectáculo propio: «El Ultimo Tupe», «El Congreso del Humor», etc., etc., donde sigue su ruta triunfal. Emilio el Moro, enamorado del arte, se supera día a día, y hoy canta, baila, toca la guitarra y habla, habiendo creado un tipo de humor nuevo, humor en el cante, humor en el baile y humor en la charla, que hacen de Emilio el Moro una de las primeras figuras de los humoristas españoles.
MONOLOGO ORIGINAL DE EMILIO JIMENEZ GALLEGO
Me encontré ahora a Nicolás en Sevilla y lo vi y el me vio a mí, nos vimos los dos y me dice: «Mira, ya nos hemos visto... ¿Has visto?... ¡Pues para que veas!...», «Bueno, ¿qué pasa?...», «¡Que me he casao!...», «Vaya, hombre, felicidades». ¡Es más exagerao!... «Bueno, y tú, ¿qué...?» «Yo tres meses parao...» «¿No tienes nada a la vista?...» «Eso faltaba ahora, que se me pusieran los ojos pochos...» «Anda, vamos a tomar unas cañas...» Y nos pusieron de tapas boquerones; cogió su manojito y empezó a soplarle, y le dice el barman: «No le sople usted, que están fríos...» «No, no; si estoy quitándoles el polvo». Le dice al tabernero: «¿Tiene usted callos?...» «Sí, señor.» «Pues cómprese una alpargata así de grande...». ¡Es más exagerao! Esto no es chiste ni ná; pero se ríe uno con las tonterías de él... Total, que nos ponen los callos y le dice al tabernero: «Estos callos no pican». Dice el tabernero: «Si picaran no serían callos, serían sabañones». Al ratito entró Gregorio. Gregorio, para que ustedes lo sepan, es un amigo nuestro millonario, por eso se casó hace cinco años. Mide un metro cinco, o sea lee el periódico debajo de una taza, y yo les cuento esto porque él me lo permite, porque me dice: «Emilio, me he enterado de que vas contando por ahí mis cosas; pero a mí no me importa, porque yo me veo en la sombra y creo que estoy sentado y parezco un melón con patas». Esto no es chiste ni ná, pero se ríe uno con eso. «Bueno, ¿qué vas a tomar?» «Que me pongan un coñac». Y se conoce que le sentó malamente, hizo así: «Chiquillo, como me ha quedao el cuerpo». Y dice el tabernero: «Oiga usted, que usted ya entró así». Esto no es chiste ni ná, pero se ríe uno de esas tonterías. Bueno, me contó un chiste Gregorio, que si ustedes no lo saben se van a reír porque tiene gracia. ¿Ustedes no se acuerdan del lío este de Fidel Castro, cuando cambiaba a un hombre por un tanque y tos los líos aquellos de los periódicos? Pues resulta de que llegó un señor para entrevistarse con Fidel, y dice Fidel: «Bueno, mire usted, por este señor, que es un señor fuerte, tanque y medio; por ese otro que es más menuo, medio tanque. Total, dos tanques por los dos». Así muchos, hasta que llegó a uno como Gregorio, y además negrito, y dice el otro: «Mire usted, yo por este..., vamos, que yo por este, ¡ea!, que no doy ná...». «Bueno —dice Fidel—, ¡que lo fusilen!». Y dice el negrito jorobaíto: «Hombre, Fidel, ¡cámbiame por unos alicatitos!». Pero esto como tiene gracia es escuchándoselo a Gregorio. Yo no sé contar chistes. Total, que al ratito llegó el hijo de Gregorio, y desde la puerta le dice al padre, casi llorando: «Papá, la abuela se ha muerto», y dice Gregorio: «Bueno, ir llorando, que ya voy yo para allá». Ya se fue Gregorio para lo de la abuela, y nosotros nos fuimos ya a casa de Nicolás. ¡Es más exagerao! Los otros días, el administrador de aquellas casas, como lo conoce, estaba en el balcón, pues vive en un tercero, y le dice el administrador: «Nicolás, te voy a subir al piso 300 pesetas», y dice Nicolás: «No, déjalas en el portal, que ya bajaré a por ellas...». Pues nada, como resulta que ya estaba la comida, nos sentamos en la mesa, y se ha casao con una mujer más tacaña. Mide uno ochenta y dos, sin zapatos ni ná, y para hacerle la comida, porque a Nicolas le pasa igual que a mí, le gustan mucho los potajes de lentejas y de garbanzos, bueno, pues para hacerle estas comidas le compra siempre los pescuezaos de las gallinas, las orejas de los cerdos, las patas de las cabras, los rabos..., eso es lo que le compra, y un día le dice a su mujer: «Pero María, ¿cuándo le voy a ver el cuerpo a estos animalitos?» Esto no es chiste ni ná, pero se ríe uno de las cosas de él. ¡Es más exagerao! Ya comiendo, porque me enseñó la casa, la tiene muy bonita, de cajones de leche condensada ha hecho él los muebles y no están mal. Y era el hermano de Nicolás pelirrojo, de estos fuertes, que Nicolás se creyó que estaba ardiendo. Como dice Nicolás, que parece una escoba mojá en yodo. Y comiendo recordamos cuando hicimos el servicio militar, porque yo soy del 44, igual que él. Que una vez lo vi en un árbol comiendo brevas, y le digo: «¿Qué haces ahí arriba?» «¿No lo ves?, comiendo brevas» «Pero hombre, si te has subido en lo alto de un pino» «¿A mí qué me importa? Yo compro un kilo de brevas y me las como donde quiera». Yo seguiría hablando de Nicolás treinta años y un día y no acabaría. Mañana seguiré diciéndoles cosas de Nicolás.
Parodia
Original de Emilio «El Moro»
Un domingo de piñata
un ratero le robó
a la dueña de una fonda
dos zapatos y un camisón.
La dueña, desesperada,
corre y grita, de repente: «¡A ese!»
y con un palo en la mano
va preguntándole a la gente:
«¿No han visto correr un ratero
con veinte años sin flor,
con la tiricia en la cara
y arrastrando un camisón?
Es un ratero y me ha robado;
mirarme de dolor rota,
el corazón derretío
y las arpargate rota.»
Por las tascas lo buscaron,
pero nadie lo encontró,
y la noche avanzando
y pegando tropezón.
La dueña, desesperada,
no encuentra remedio urbano,
cuando llaman a la puerta
y un buen guardia se presenta
con un perro de la mano.
Fandango
Ya el ratero ha parecío,
mirar mi emoción sin freno.
Ya el ratero ha parecío
y que lo que a mí me robaba
se lo ha dao a un verdulero
por dos canastos de haba.
Pasodoble
Parodia
Emilio «El Moro»
I
Me ofrecen correr el mundo entero
desde Aranda de Duero hasta Ciudad Real,
y a cambio me piden un puchero
de patas de cordero y carne «congelá».
Porque estuve comiendo judías
con morcilla, tocino y lacón...
y la Concha, que es vecina mía,
lo vio y en seguida con guasa cantó:
Estribillo
Ni se compra ni se vende
el buen aceite de oliva,
ni se compra ni se vende,
y aunque nadie lo conciba,
hoy vale mucha panoja
el buen aceite de oliva,
el buen aceite de oliva
lo cambian por el de soja.
II
El día que tú me conociste
recuerdo que cogiste una hermosa «tajá».
El susto le diste al dios Baco
y oliste amoníaco como una «condená».
Te ofrecieron un viaje a la China,
te cegaste por un chinarrón...,
yo te dije: «Cuidado, Catalina,
no vuelvas con granos que allí hay mucho arroz».
Estribillo
Ni se compra ni se vende
el cariño de la suegra,
ni se compra ni se vende.
Porque nos deja sin blanca
y luego nos trae la negra...
y la sangre nos enciende,
ni se compra ni se vende
el cariño de la suegra.
Pregón
Emilio «El Moro»
I
¡El latero!
Niñas, salir a las puertas
que aquí está el moro latero.
Hace jarrillos de lata,
sartenes, palanganeros,
«pa» que las niñas bonitas
se puedan lavar el pelo
y mientras se están lavando
no se olviden del latero.
Estribillo
Y para las viuditas
que no sepan lo que quieren
yo les traigo una cosita
que seguro le convienen.
Y para las solteronas
que ya pasan de cincuenta
vendo los quita arrugas
que las deja como nuevas.
II
¡El latero!
Y a las viejas de sesenta,
con el último cuplé
se creen que tienen quince
y bromean otra vez.
Que si fumando te espero
sentadita en la escalera
y te canto el «Relicario»
de los tiempos de mi abuela.
¡El latero!
¡El latero!
Original de Emilio «El Moro»
Silencio en la tarde,
la gente no duerme
y para la corrida
no hay localidades.
Un clarín se oye,
la gente se esconde
porque sale el toro
con sus dos puñales
echando más babas
que mil caracoles.
Eran cinco hermanos,
los cinco albañiles
y el más pequeñito
por fin se decide,
cogió su capote,
sólo le dio un lance
y cuando despertaba
se vio en un garage
llenito de grasa
hasta los riñones.
Silencio en la tarde,
sigue el mismo toro
y ya son las nueve
y no hay quien lo mate.
Hoy todo ha pasado
mataron al toro
con bombas de mano
que perdió hasta el rabo
y
aquel muchacho
sin piernas ni brazos
es una bombona pero de gas butano
silencio en la noche
vamos a acostarnos.
Original de Emilio «El Moro»
Anoche cuando soñaba
que los borricos eran verdes
y las jirafas volaban
te vi tirada en el suelo
fregando un largo pasillo
del hotel «La Jerazana».
Me miraste y te miré
y estuvimos tanto rato
que se presentó gritando
el gerente del hotel.
Por eso te despidieron
y a la iglecia te llevé
para casarme contigo
y colocarte en otro hotel.
Cuando terminó
y en la calle nos encontramos
el marido era tu primo
y el padrino era tu hermano.
Anoche tuve un sueño
y valiente pesadilla
y cuando me desperté
estaba enroscao en el suelo
y con los pies en la paré.
Mi empresa te contrató
por ser siempre caballero
y te puse a pegar grito
vendiendo mis cancioneros.
Para comer ya ganabas
pero tú no estabas a gusto
te largaste a Turquía
y te casaste con un ruso.
A partir de aquel momento
el trabajo fue más duro
pues estuviste veinte años
para ahorrar 14 duros.
Emilio «El Moro»
Torcuata, novia soñada por mí,
mi cantar se vuelve tartaja cuando es para ti.
Mi cantar lleno de tontería
mi cantar lleno de hipocresía
que yo te vengo a dar.
Torcuata no sé lo que tienes
que vas a la farmacia
no tengo otra cosa que darte
que un ramo de alfalfa
de alfalfa muy verde y muy fresca
que sé que te gusta igual que a las vacas.
Torcuata tu cuerpo está lleno
de pringue, pringue, mama mía,
Torcuata tu cuerpo está lleno
de hueso y arrugas de trapo y alcohol.
Te quiero como la trucha al trucho
pero eres un chucho mal racho te parta,
Torcuata me voy para siempre
a que me dé el aire, la lluvia y el sol.
Emilio «El Moro»
Noche oscura y tenebrosa,
tan achispado iba Antón
que pegó un tropezón
en la borrascosa.
¿Quién se cayó?
Y sobre los muros de un convento
resonó el eco. ¡Yoooo!
Mientes que he sido yo
y si el casco me rompí
tendré que gastar peluca. ¡Lucaaaa!
No soy Luca amigo mío
soy el ser Fonfantón. ¡Antón!
¿Me conoce ese tunante?
Pues espérate un instante y conocerás mi navaja. ¡Bajaaa!
Bajaré con mucho gusto, ¿Qué te crees que me asusto?
Al contrario mas me exalto. ¡Altooo!
Se cree ese fiel malvado con mil duros que he ganado
hacer de callar a un marchito.
que calle ya, ¡Miserable! ¡Hableee!
Calla que no hablaría
y hasta que me boca impida con acero taladre. ¡Ladreee!
¿Que ladre yo? ¿Crees que soy algún perro?
créeme que al oírte me aburro. ¡Burrooo!
¿Burro yo?. yo quien eres dulce embeleco. ¡El ecooo!
¿El eco? Entonces adiós.
Emilio «El Moro»
Hay mujeres regulares
hay mujeres desgraciadas
hay mujeres con mal genio
y las hay con mucha pasta
hay mujeres como globo
hay mujeres como flauta
hay mujeres chiquitita
y las hay como jirafa.
Pero fea, fea, fea,
pero fea y con ganas.
No hay ninguna mujer fea
por mi mare de mi alma.
Si alguno me contradice
apostarle me permito,
no hay ninguna mujer fea
que por muy fea que sea
yo le veré algo bonito.
Hay mujeres con narices
pa ponerse siete gafas
y las hay con un pellisco
por narices en la cara
hay mujeres con la boca
que es un buzón para las cartas,
y las hay con un morrito
lo mismito que las gatas.
Hay mujeres patitiesas
hay mujeres patizambas
hay mujeres paticortas
hay mujeres patilargas
hay pelona y orejudas
vizca, tuertas y daleada
y las hay con un morrito
lo mismito que las gatas.
Pero fea, fea, fea,
pero fea y con ganas
no hay ninguna mujer fea
por mi madre de mi alma
si alguno me contradice
apostarle me permito
no hay ninguna mujer fea
que por muy fea que sea
yo le veré algo bonito.
Parodia
Emilio «El Moro»
Menos faltarme en la calle
tó te lo conciento serrana
menos faltarme en la calle
que a un hombre no se le falta
y eso lo hiciste ayer tarde
y luego me pegaste en casa.
¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
y resultó que era tu tía?
Pero qué estilo, qué soberbia
y con que odio me miró.
Creo que esos palos que pegas
ella sola te enseñó.
Toíto te lo consiento
menos pegarme en la casa
que los vecinos se enteran
y eso tiene mucha guasa.
No vayas a figurarte que esto va con intención
yo no quiero que me grites
ni que cojas el escobón,
porque ya me estoy hartando
que se me quemen las manos
de echarle leña al fogón.
Y es bonita la copla
que
entra bien por petenera,
cásate por el amor y no lo hagas por la tela.
Y me he enterao casualmente
que tú no tienes parné
y nadie me lo a contao, nadie, pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos jamones
mi corazón repartío,
si me encuentro uno sin funda
es que el otro se lo han comío,
y mira nunca me quejo
de tus palizas constantes.
¿Quieres una vara de mimbre?
¿una fusta de pino?
y ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que soy para ti un muñeco,
que siempre me estás pegando,
que en la diestra y la siniestra
yo no tengo ningún bujero ni me puedo ir
a los baños porque no tengo dinero
¡y a mí qué!
Yo con tar de que un rayo
de mi lao te desepare,
estaría contigo un año
por la gloria de mi mare.
Conque haber si tu conciencia
se aprende esta copla mía,
muy semejante a aquel cante
de la loba de tu tía,
que te enseñó a dominarme,
cuando tú eras novia mía.
El día que te conocí
sabía lo que iba a pasar
el día que te conocí,
te dejé que dominara
y ahora me toca a mí
pero te beso en la cara.
Original de Emilio «El Moro»
La que me lavó el pañuelo
en esta calle vivía
la que me lavó el pañuelo
lo lavó con agua fría
y me lo puse en el pescuezo
y pillé una pulmonía.
En una piedra de mármol
había una mujer muerta
en una piedra de mármol
con la sangre derretía
y el corazón destrozado
las moscas se la comían.
En la puerta de su casa
dos huerfanitos lloraban
en la puerta de su casa
se nos ha muerto nuestro padre
y no comeremos más
huevos fritos con tomate.
Hay pieles rojas
y tengo catorce balas
y vienen veinte pieles rojas
pa salvar la cabellera
tengo que hacer carambola
pa que no quede uno siquiera.
Parodia original de Emilio «El Moro»
Ponte el pañuelito blanco
y tus botas colorá,
que te voy a llevar a empujones
desde Córdoba a Graná.
Incate bien la peineta
y sácate la rebaná,
pa que vean los gitanos
el coraje que te da.
Y en esta noche sin luna,
a la luz de una cerilla,
nadie verá los churretes
que tienes en las rodillas.
Y a la orillita del río,
mientras te vas remojando,
te pondré sobre tu pelo
cuatro ranas y cinco sapos.
Y mi camello moruno
va loquito de alegría
porque lleva en su joroba
a la vizca de mi tía.
Ponte tu traje de noche,
que vamos de recepción,
no hagas como el otro día
que viniste en camisón,
y a la mitad del camino
yo te voy a regalar
cuatro caldos borriqueros
y dos chumbos sin pelar.
Camello mío,
no tropiese al andar,
aligera, camello mío,
que la que tienes aquí arriba
está deseando llegar
pa comerse un plato de migas
Vino amargo
Parodia original de Emilio «El Moro»
Vino dulce es el que bebo,
para no estar amargao;
el amargo, pa Farina,
que yo prefiero la quina
el vino tinto embocao.
El amargo pa el que quiera,
que yo prefiero la quina
y dos botellas de solera.
Vino dulce pido al tabernero,
porque el vino amargo me sabe muy mal;
que no sea barato,
que de Valdepeñas
lo quiero tintorro
y sin bautizar.
Ni con vino ni con agua
yo triste me he de poner,
porque le canto un fandango
a un turco, a un americano,
a un ruso y a un japonés.
Porque le canto un fandango
a un chino, a un checoslovaco,
a un rumano y a un sordo inglés.
Vino dulce yo sigo bebiendo,
revuelto con whisky, colonia y sifón,
porque yo no trago ese vino amargo
habiendo en la tasca tinto peleón.
Parodia original de Emilio «El Moro»
Qué me importa que huelas a cabra,
no me importa volverte a querer
si tus ojos blancos y sin pestañas
se me han clavaíto en el peroné.
Gitana, gitana mía, cómo te voy a querer,
que a mí me pille un tranvía
si no te corto los pies.
Cuantas noches pasaré yo en vela
respirando aire puro, amor mío,
cuantas noches pasando esta pena
en la tasca quedaré dormido.
Sí, sí, sí que vamos hacer
porque vas a negarlo
que huele a podrío. Ay, lo que yo diera
por tirarte al río.
Qué fuerza tiene tu olor,
ay, pero qué fuerza tiene tu querer,
que cuanto más te acercas a mí,
más ganas me dan de correr.
Sí, sí, sí, sí, sí, sí, eso es.
Son tus rizos color de estropajo
y los labios a ti no se te ven,
porque tienes los dientes por fuera
y además más negros que el humo de tren.
Los faroles de Santa Ana
Parodia original de Emilio «El Moro»
Los peroles,
los peroles de judías
en el fuego se quemaron.
Los peroles,
los peroles de mi tía
¡vaya peste que soltaron!
Cocinera, ay cocinera,
huelen peor tus peroles
que los pies de una trapera.
Y no te marques faroles
lávate las sobaqueras.
Me invitaste el otro día
a dos platos de judías
para que toda la gente
se pudiera percatar.
Pero no quise comerlas
aunque estaban de primera
porque son muy traicioneras
y te atacan por detrás.
Si tienes otra comida
yo te la prefiero mejor,
que a mí dándome judías
no vas a hacerme el amor.
Parodia original de Emilio «El Moro»
Era tu madre tan descarada
que me dio anoche dos bofetadas,
me dieron ganas por su altivez
de rebañarla toda la nuez.
Tú me ofreciste dos kilos de ajos
para el reuma que tengo yo,
lo bonito que sería
que me dieras dos sandías,
cuatro kilos de «boniatos»
y una arroba de judías.
Brilló en tus ojos un «legañón»,
que te limpiaste con el Sidol,
te tengo dicho que si me engañas
no he de quitarte más las legañas.
Por tus durezas te regalé
una lima callos para los piés,
siempre pediste que te rascara
del dedo gordo tu sabañón,
por mí te puede picar
como un sarnazo a rabiar...
Y no vuelvas a mi vera
porque me lo vas a pagar,
en ti yo puse mucho zotal
que «pa» la sarna es colosal.
Alegrías
Diego Cortés
Cúidate tus pies hermosos,
Rosario de mi vida;
cúidate tus pies hermosos,
que te llevo en la cartera
y te huelen hasta en la foto.
Cada vez que te veo, lloro,
por la mañana temprano,
cada vez que te veo lloro
porque eres tan bonita
que eres una vizca soplando globo.
¿Qué hay detrás del armario,
que parece que se mueve?
Es mi suegra, que me espera
con una bomba de mano.
Las campanas de Utrera
ya las han quitado,
y a la vaca lechera se la han colgao.
Tienes los dientes
como los callos un dependiente.
Eres bonita y no te has casao
porque la cara
se te ha picao.
Parodia original de Emilio «El Moro»
Esperanza, Esperanza
no sabía bailar charleston.
Esperanza, Esperanza
tiene cara de perro pachón.
La conocí, junto a Sabadell,
con Búfalo Bil, Melón Blando y Devora Ken.
No sé por qué me comprometí
a darle de comer,
si no tenía ni pa mí.
De nada vale, la vida que vivimos,
si de potajes nunca salimos.
Ay qué pena me da, Esperanza, por Dios,
que de papas te comas un vagón.
Ay, qué pena me da, Esperanza por Dios,
que de vino te tragues un bidón.
Esperanza, Esperanza
no sabía bailar cha-cha-cha.
Esperanza, con la panza
tiene cara de burra cansá.
Me la encontré en Villa Nador,
con un traje azul y unas medias de algodón.
Cuando salí de aquel callejón
y la vi en la luz,
era un loro con sarampión.
De nada vale que me sigas los pasos,
y si me sigues, te hago pedazos;
puedes meterte de fregona en el teatro,
aunque no ganes ni pa tabaco;
pero vete a Corea, Esperanza, por Dios,
que te harten los chinos de arroz.
Esperanza, Esperanza,
entre nosotros ya todo acabó.
Esperanza y señores,
aquí la historia ya se terminó.
Gracias a Vicente Baños Galindo
Un homenaje a Emilio El Moro